El
Domund este año nos presenta como lema una experiencia familiar para todos los
misioneros y misioneras: “Sal de tu
Tierra”.
Una
experiencia, que tiene un reflejo exterior, sí;
pero, sobre todo, supone un recorrido interior, que da sentido a los
kilómetros de avión.
Y
que, por cierto, puedes vivir tú también, si permites a Dios que te diga al oído lo mucho que te
quiere y te invite a salir de tu tierra personal, en la que te sientes seguro,
pero que quizás a menudo te corta las
alas.
Los
abulenses tenemos en Teresa de Jesús una buena pionera y maestra en esto de salir
de lo conocido para poder entrar más adentro en el Corazón de Dios y, con El,
en el corazón de nuestros hermanos más necesitados, a los que queremos ayudar
de muy diferentes maneras, en nombre de Jesús.
Yo
salí muy joven de nuestra tierra en busca de trabajo.
Después,
como Esclava del Sagrado Corazón de Jesús, he salido de muchos lugares
geográficos para llegar a varios países de América Latina y ahora, desde hace
poco más de un mes, a Guinea Ecuatorial.
También
he vivido en diferentes lugares de Europa y en todos, os confieso, me he
sentido misionera.
Cuando
Jesús me dijo en mi corazón “Julia, todo lo mío es tuyo… ¿Puedo contar
contigo?” comprendí que en ese
“todo” estaba su misión y sentí que mi corazón se dilataba a la medida de todo
el mundo, y me hacía disponible para ir a ser su testigo y contar su proyecto
de felicidad para todos.
Lo
hago como educadora… Y por eso, para
mí “salir de mi tierra” equivale a estar
dispuesta a “nacer de nuevo”. Nacer es una aventura y un riesgo, pero me ayuda
a descubrir una mentalidad diferente, una cultura que me descoloca, una manera
de entender la vida y de vivir las relaciones que me sorprende. “Salir” me permite ser maestra sin dejar de
ser discípula en ningún momento y, os aseguro, que “aprender cada día”,
“estrenar cada etapa”, me hace sentir realmente viva.
Tener
pocas cosas fuera me ayuda a vivir en conexión con mi manantial interior más
fácilmente.
En
nuestro mundo globalizado, en le que viajar suele ser bastante corriente, no
olvides que el viaje misionero tiene un destino mucho más desconcertante, a
menudo lo que algunos consideran los “basureros” del mundo.
Para
poder llegar hasta ahí y poder estar con los que allí viven, hay que atreverse
a bajar a lo más profundo de nuestro ser, donde hablan los miedos, pero sobre
todo donde nos espera Dios.
Comparto
contigo ahora algunas cosas que he aprendido este corto tiempo, por si te
quieres animar a hacer la experiencia:
Cuando llegué a este lugar, me invadieron las dudas y en mi
cuaderno apunté algún día, mi Dios, sabré
mejor cuál es tu llamada, tu deseo de que
yo esté aquí ahora. Mientras tanto, viviré cada día con presencia y amor. Y
siempre Tú… y siempre Yo… dejando que cada persona y cada cosa repose en su
ser.
Y exclamé agradecida ¡qué colorido tiene la vida y qué luz la de
Africa!
Vamos
a asomarnos a algunas escenas que, desde entonces, he podido contemplar. A ver qué te dicen a ti.
-
Llueve torrencialmente, como casi todos los días
algún rato más o menos largo. Mientras
los chicos aprovechan la lluvia para ducharse sobre todo con el agua que cae de
los canalones de la escuela, dos
hermanitos de 4 y 2 años corren asustados hacia su casita. El pequeño llora
desconsoladamente… entonces el “grande” toma un trozo de cartón que flota en el
agua y se lo coloca sobre la cabeza del pequeño que lo celebra y deja de
llorar. Se dan la mano y siguen felices… Un pedazo de cartón, cuando éste muestra que
tú eres mi hermano y que me importas más que yo mismo, tiene color de
Evangelio.
-
Poder dar un vaso de agua fresca a un
joven-abuelo que viene a inscribir a uno de sus múltiples nietos a la escuela
y, sin perder la sonrisa, suda sin parar porque siente los últimos coletazos de
un paludismo… os aseguro que es muy simple, pero tiene sabor a eternidad, ¡a
Cristo!
-
Escuchar en el aula a los jóvenes de 16 años
decir que quieren tertulias sobre delincuencia, medioambiente, la defensa de las
tradiciones de nuestro abuelos, las causas por las que muchas madres no tienen
nada que dar a sus hijitos, el porqué la
comida es más cara que el alcohol,
todavía somos pocos en Guinea…. me hace comprender lo que les preocupa… tan
distinto a lo que me preocupa a menudo a mí.
-
Aquí las Eucaristías suelen ser de dos horas y
los cantos se suceden en su lengua materna, el fang.
El domingo pasado escuché un grito-canto que salía de la
garganta de una mujer del coro.
Cuando pregunté, me dijeron que era un grito de alabanza y
agradecimiento a Dios. A mí me pareció escuchar el grito desgarrador de todas
las mujeres de Africa que se eleva a Dios… el único que las comprende hasta el
fondo.
-
Esta semana, con los niños de 12 años estamos
profundizando en la Creación. Les pido
que describan por escrito el mundo en el que les gustaría vivir. El primero que sale a compartir su redacción,
Juan, es un muchacho menudo. Lee: me gustaría vivir en un mundo de comida y
sonrisas, punto final. ¡Suficiente!
También a ti, de cualquier edad que seas, si te animas, te
invito a hacer esa redacción, compartirla con tus amigos y ver si se parece en
algo a la de Juan.
Espero que hayas podido conocer un poco la vida que late en
este rinconcito de Africa. Para mí ha sido un placer, compartirlo contigo. Y
esto… acaba de empezar.
Un abrazo lleno de cariño y no os olvidéis de pedir por todos
vuestros amigos y amigas, los misioneros y misioneras de Avila.
Hna. Julia Blázquez
- Esclava del Sagrado Corazón de Jesús-
Misión San Francisco Javier
NKUÉ (Guinea
Ecuatorial).