"Dios nos pide salir de nuestra tierra, pero para esto hay que divisar con la fe la hermosa y sugestiva tierra que nos pone en el horizonte"
“Sal
de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te
mostraré” Genesis
12,1.
Con
el lema “Sal de tu tierra” se nos presenta este año la campaña del Domund,
invitándonos a oír en nuestro interior esa llamada que le hizo Dios a Abraham a
dejarlo todo para llevar adelante la
gran misión que Él le tenía preparada.
A
lo largo de los siglos esta invitación ha movido a muchos seguir los pasos de Cristo, dejando
tras de sí su tierra, padres, amigos….. y predicar el mensaje de salvación en
los más diferentes lugares del mundo.
Mi
caso, es ese de muchos ellos y quisiera que con estas letras siga habiendo
muchos que puedan dar respuesta a estas desafiantes y gozosas invitaciones que
el Señor nos hace: “Sal de tu tierra”,
“ven y sígueme”, “te haré pescador de hombres”, “id por todo el mundo y
predicar el evangelio”.
La
historia de una llamada, de una vocación, llena muchas páginas de un libro.
Sintetizarla en unas líneas no es tarea fácil, pero haré el intento y pondré lo
esencial.
Nací
en Ávila, murallas adentro, cerca de la iglesia de S. Juan. Siempre admiré a
los misioneros y lo que la Iglesia hace en tierras de misión. A la edad de 15
años tras unos ejercicios espirituales que hice con el colegio, sentí que Dios
me estaba llamando a ser sacerdote. Llevado de ese espíritu misionero entré en
los Legionarios de Cristo. Tuve la dicha de formarme en Roma y ser ordenado por
S. Juan Pablo II.
Tras
mi ordenación sacerdotal se cumplió ese sueño de ir a tierras de misión. De
esta forma he trabajado durante 15 años en Latinoamérica. Uno de mis grandes
sueños hechos realidad, ha sido el trabajar con los indios guaraníes en los
territorios de Argentina, Paraguay y Brasil.
Pero
Dios no se deja ganar en generosidad, hay que recordar siempre ese 100% que
promete a los que le siguen. Así tuve la ocasión de trabajar en lugares como la
Patagonia argentina y en la zona austral, Tierra del Fuego. Algo muy grande y
emocionante fue llegar a la Antártida, para llevar las indulgencias del Jubileo
del Año 2000.
Como
Dios no deja de sorprender, en los últimos tiempos me mandó a Tierra Santa,
donde he podido compartir mi vocación con judíos, árabes, peregrinos, en la
tierra de la revelación. En lugares santos e insólitos como el Mar de Galilea,
desierto de Judea, Sinaí, Nazaret, Jerusalén, Mar Muerto….
Efectivamente,
Dios nos pide salir de nuestra tierra, pero para esto hay que divisar con la fe
la hermosa y sugestiva tierra que nos pone en el horizonte. Esto hizo que
nuestra gran santa: Santa Teresa, saliera de su casa y fuera al monasterio de
la Encarnación y más tarde saliera de este monasterio para fundar S. José y
emprender su gran obra.
Querido
lector que estás simples líneas te hagan apreciar lo que supone este: “Sal de
tu tierra” y que siempre haya almas buenas y generosas capaces de dar respuesta
a esta grandiosa y transcendente invitación.
P. Arturo Díaz lc
Capellán del Monasterio de la
Encarnación
Ávila