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Efrain González, misionero abulense en la India ."trabajamos, porque las vocaciones nativas es el futuro de la Iglesia, no solo en la India, sino en la Iglesia Universal"


 Mi nombre es Efraím González, miembro del Instituto de los Hermanos de la Sagrada Familia. Soy abulense, de un pueblecito del sur de la Sierra de Gredos. Llevo 26 años como Religioso Hermano, y desde el año 2007, estoy de misionero en la India, donde nuestro Instituto empezó a trabajar desde el año 2003.
No son muchos 14 años trabajando en la India, comparado con otros misioneros que llevan muchísimo más tiempo, pero son los suficientes para tener una experiencia de misión y conocimiento más claro de la realidad en donde uno vive y colabora. Así pues, desde que estoy en la India, he tenido diferentes funciones y responsabilidades en el campo de la educación, formación y vocaciones, particularmente en el trabajo de la promoción vocacional –“seréis pescadores de hombres”– y en el acompañamiento de los jóvenes candidatos –“venid y veréis”.

A día de hoy, soy el encargado delegado del Provincial en las tierras indianas. Tenemos 54 jóvenes Hermanos indios y 4 novicios y 3 postulantes, y medio centenar de aspirantes en nuestra casa de formación.
Al principio de llegar los Hermanos a la India, el trabajo de la promoción vocacional no fue fácil. Si por un lado la gente está fascinada del trabajo de los misioneros europeos, por otro lado, siempre hay un desconocimiento mutuo y desconfianza. Los indios apreciaban la labor que hacíamos, pero no daban el paso a seguir como Religiosos. En los ámbitos cristianos, la gente es bastante creyente y, a veces, para muchas familias, el que haya un miembro Religioso, especialmente sacerdote o religiosa, era importante para ellas, al menos en el estatus social. En nuestro caso, como Hermanos Religiosos que somos (no somos sacerdotes), el tema vocacional ya es más difícil y arriesgado.

Durante muchos años hemos trabajado mucho y duro. Hacernos visibles, presente, cercanos a las familias y a los jóvenes; ir donde estaban ellos, ver cómo vivían, compartir el pan (el arroz) con ellos, escucharlos, aunque solo fuera a través de traducciones… todo esto ha contribuido a que nuestra labor misionera-vocacional tuviera sus éxitos y sus frutos. Es de esta manera como trabajamos el tema vocacional, haciendo que las vocaciones nativas tengan su importancia y que los jóvenes candidatos indios se sientan respetados y acogidos, y también ver que su futura labor como Religiosos Hermanos es necesaria y tiene pleno sentido en el seguimiento a Cristo y en el servicio a los demás, en nuestro caso como futuros educadores según nuestro carisma. Es muy hermoso ver cómo jóvenes indios vienen a nuestra casa de formación, tenemos con ellos un campo vocacional que llamamos “Come and See” y, después de visitar a sus familias, los animamos a dar un paso adelante en su discernimiento vocacional. Al principio, muchos jóvenes se unen en la etapa de formación que llamamos Aspirantado; luego son pocos los que se deciden a seguir en el Postulantado y Noviciado. Pero ahí están los formadores y el contacto con las familias de los jóvenes indios, para animar y fortalecer su vocación. Jóvenes interesados en seguir la vocación a la Vida Religiosa o al Sacerdocio hay muchos; pero también hay los que se desaniman, los que no tienen los suficientes medios económicos para la formación, los que están obligados a ayudar a sus propias familias, etc.

Nuestro trabajo como misioneros es también cuidar de estos jóvenes y de su vocación, de la fidelidad al seguimiento de Cristo y del compromiso de trabajo con el Instituto en el campo de la educación y catequesis. El trabajo no es fácil y la formación, tan deseada, muchas veces no es la adecuada. Por nuestra parte, esto exige un cambio de mentalidad –inculturación– y respeto; por parte de las vocaciones nativas indias, una apertura y un conocimiento. Y en ello trabajamos, porque las vocaciones nativas es el futuro de la Iglesia, no solo en la India, sino en la Iglesia Universal.


Como algo más personal, he de contaros que el año pasado, por estas fechas, y a causa de la pandemia y el confinamiento, yo me encontraba en la Casa de Formación del Noviciado, que nosotros tenemos en Eluru (Andhra Pradesh). Las actividades programadas tuvieron que ser reinventadas, especialmente la celebración del Triduo Santo, el Retiro Espiritual de los Novicios y la consiguiente Primera Profesión. No pudimos conseguir un sacerdote para estas actividades, solo para el día de la Primera Profesión. Pues bien, a un servidor le tocó hacer de acólito para las celebraciones del Triduo Santo y también de predicador de Ejercicios, cosa que nunca antes había hecho. A juzgar por los novicios y los Hermanos que había en la Casa de Formación, todo fue muy bien y estuvieron encantados con mis palabras y acciones. La Primera Profesión fue muy familiar, ningún invitado, solo un sacerdote amigo que pudo venir y celebrar la Eucaristía, y yo por delegación del Superior General tuve que recibir los votos religiosos de los futuros Hermanos indios. En fin, el Espíritu Santo fue el motor de todo, yo solo fui un instrumento en las manos de Dios.

Seguimos rezando los unos por los otros, en particular por las vocaciones nativas, sean de donde sean, que mucha falta hacen para que sean ellas mismas las que se encarguen de proclamar el Evangelio de Cristo en los países de misión en donde han nacido.
H. Efraím GN.

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