" No me arrepiento de estar lejos
de la tierra que tanto amo, pues sé que Dios de una manera misteriosa, que
quizá no alcanzamos a comprender, hace su obra, usando nuestras pobres vidas."
Salí de mi casa cuando tenía 10
años. Iba muy ilusionado al Centro Vocacional de los Legionarios de Cristo en
Ontaneda. En aquellos tiempos nuestras vacaciones en casa eran 10 escasos días.
A los 15 años, pasé al noviciado en Salamanca. Dos años después fui a Roma y de
ahí a México. Vi a mi madre llorar con resignación y amor casi todas las veces
que salía de mi casa para seguir mi destino. Mi corazón también sintió la
tristeza de la separación, pero era por una buena razón. Jesús dijo a los
apóstoles: Y todo el que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o
madre, o hijos o tierras por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la
vida eterna (Mt 19,29)
Dios ha cumplido su palabra, por lo
menos en lo que se puede comprobar hasta ahora. De los 60 años de vida que
tengo, 50 los he vivido lejos de mi casa y 27 en el extranjero. No me
arrepiento de estar lejos de la tierra que tanto amo, pues sé que Dios de una
manera misteriosa, que quizá no alcanzamos a comprender, hace su obra, usando
nuestras pobres vidas.
A lo largo de mi vida de sacerdote,
me ha tocado trabajar con jóvenes universitarios, con niños de catequesis, con
señoras y señores casados, buscando vocaciones, formando seminaristas,
confesando adultos, visitando enfermos. Hay muchas anécdotas que podría
contarles de carácter épico, como aquella vez que nos dispararon los
guerrilleros de las FARC en Colombia. La bala rompió el cristal del coche y
pasó detrás de mi cabeza. Ese día nos dejaron ir porque éramos sacerdotes. Se
llevaron sin permiso nuestro cassette, (era la vida de San Francisco de Asís)
Cuando nos pidieron la identificación, un compañero mío y yo, sin ponernos de
acuerdo, le enseñamos el carnet de sacerdote de la diócesis de Rionegro. Si
hubieran sabido que éramos extranjeros, seguramente nos habrían secuestrado.
Pero más que referirles más anécdotas de estas les contaré una historia:
En una clase de secundaria,
organizaron una obra de teatro. Todos estaban muy interesados en que saliera
muy bien, pues la iban a presentar ante toda la comunidad educativa, padres de
familia incluidos. Entre los alumnos había uno que era un poco tartamudo y al
que trataron de disuadir para que no participara en las declamaciones, pero al
parecer era el más entusiasmado. ¿qué papel le podemos dar, para que no vaya a
estropear la obra? preguntó el que iba a hacer de protagonista. El profesor
dijo: hay un personaje que actúa sólo una vez, con una frase. En efecto, en el
momento más crucial de la obra de teatro un paje se tenía que presentar ante el
rey y decirle: ¡Aquí está la carta!
Eso les pareció muy bien a todos
incluso al tartamudo que, sabiendo que era el momento culmen, se entusiasmó con
la idea. Sin embargo el profesor le dijo: Pero mira, Pepe, no podrás participar
si dices la frase con el más mínimo tartamudeo ¿entiendes? Si sssiii, si
ssiiii profesor…
Los días siguientes se pasó el
bueno de Pepe sin tan siquiera ir a los ensayos. A fin de cuentas no tenía que
ensayar nada más que el gesto de entregar la carta. Después de mucho ensayar la
frase salió de sus labios con un aplomo y una seguridad envidiable. ¡AQUÍ ESTÁ
LA CARTA!
Comenzó la obra de teatro y a los
pocos minutos oyó que el rey mencionaba la carta. Él le pregunto: ¿yayayaaa
debo de sasasaaalir?
No todavía no, este es el primer
acto.
Comenzó el segundo acto y el rey
desesperado bramaba porque llegase la carta. Nuevamente nuestro amigo preguntó:
¿yayayaaa debo de sasasaaalir?
Que no, que tú vas en el tercer
acto.
Por fin llegó el tercer acto. El
rey desesperado estaba sentado, triste y abatido. El profesor le dice: ahora,
sal y le entregas la carta ¿vale?
Salió nuestro amigo con paso
decidido y llegó ante el rey y con una voz firme y decidida le dice: .
¡AQUÍ ESTÁ LA CARTA!
Y el Rey le responde:
¡Demasiado tarde!
Y nuestro buen amigo, que había
comido ansias de presentarse le responde, sin tener que hacerlo:
Pue pue pues es que que que el pro
pro fesosor no me me de de deja b aba sa sa salir…
He aprendido mucho de esta historia
en mi vida. Nosotros debemos de hacer el papel que Dios nos tiene asignados en
su gran obra de la salvación. Es verdad que a veces, el papel que hacemos nos
puede parecer insignificante, y quisiéramos ser los protagonistas de mil
historias fascinantes que vemos suceder a nuestro alrededor. Pero debemos de
confiar en el autor del drama y en la parte que nos ha confiado. Gracias,
Señor, por el don de la VOCACION. Si tuviera mil vidas te las daría todas a Ti.
P.José Meléndez Sánchez LC
Colombia